domingo, 28 de diciembre de 2008

MONSIEUR TOILETTE


MONSIEUR TOILETTE


I.


La gente habla de estrellas pero donde vive Monsieur Toilette el cielo las oculta detrás de un cúmulo de nubarrones contaminantes. Él se siente orgulloso de ese firmamento.

Desde niño quiso ser famoso, brillar frente a las cámaras, bañarse con el júbilo del chismorreo. Supo, durante los primeros años de la adolescencia, que los habitantes de su pueblo nacían sin alunizajes, sin copas mundiales de fútbol, sin el aire de la ciudad… sin abolengo. Sin embargo Monsieur Toilette pasó allí los primeros cuarenta años de su vida.

Como lo había previsto en sus sueños de infancia, una tarde abordó el bus que lo conduciría a su destino. Sentando en la tercera silla de la fila de la izquierda, al lado de la ventana, siente un calor que sube hasta su pecho. Se sofoca, se marea, pero su mareo no significa malestar sino que es el reflejo de su felicidad. Si, pronto vendrá la fama, la siente sobre sí, le pesa…. Algunos pasajeros advierten sus intentos por mantenerse consciente. La mayoría al verlo cabeceando contra la ventana, lo toma por un borracho más y Monsieur Toilette, en ese momento, de alguna forma lo es.

Recuerda el transplante de corazón que le salvó la vida cuando apenas tenía nueve años. ¿Habrá valido la pena? ¡Claro! Su horizonte preludia un éxito sin precedentes. Se siente orgulloso de su nombre: Monsieur Toilette, dice, en voz baja. Algunos de los pasajeros lo voltean a ver y él agacha la cabeza.



II.


Respirar se hace difícil, punzadas asesinas se apoderan de su pecho. Su torso se doblega. Siente las miradas, los murmullos. Cree recordar que antes del choque él se ha levantado de su silla, ha ido hasta la puerta, ha timbrado ignorando el caos, mientras el bus se detenía invadido por las llamas. Cree recordar, pero no está seguro, una ventana lateral reventando y, muy oportuna, escupiéndolo sobre el asfalto, casi completo, casi bien…

Alguien lo esculca, otro le pregunta su nombre… Monsieur Toilette… Monsieur Toilette intenta responder pero no puede. Sacan su billetera, sus documentos… Julián Casas lee alguien, se llama Julián Casas, repite y Monsieur Toilette quiere contradecirlo pero no puede. No, no es cierto, él no es Julián Casas, el pueblerino. Él es Monsieur Toilette una futura estrella de cine.

Vencido cierra los ojos y se adentra en un adormecimiento que le resulta agradable… allí, sin saber cómo, asiste a las audiciones. Mejor, a las que seguramente habrían sido, o están siendo, o serán sin él, una vez más, sin él que yace en la avenida.

Escucha la voz del director de casting impartiendo instrucciones, el sándwich recalentado de… y el queso pera. La firmeza de los cuerpos femeninos a su alrededor, seductores.

Las luces, las cámaras y el grito: “¡Acción!” se toman la tarde. El director repite ¡Acción! Y, cadenciosa, cae la noche. Muchos papeles sin sentido se fisuran. La niebla lo cubre todo.

Monsieur Toilette dice, piensa, calla… Monsieur Toilette.

Monsieur Toilette finalmente logra ser una estrella, una estúpida estrella negra sobre el pavimento.

Y la niebla lo cubre todo. Todo.



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© Inocencio Blucher-White